
Estar en el presente está de moda. O quizá, más que una moda, es una necesidad para no perder la cabeza.
Recuerdo momentos que he vivido, y con ellos llega la duda… y el miedo inevitable.
¿Me estoy perdiendo todo lo que no experimento? ¿Qué habría pasado si mi historia hubiera sido otra?
Después viajo al futuro. Imagino lo que me gustaría hacer, los lugares a los que querría pertenecer. Y el miedo regresa.
¿Qué pasaría si decidiera hacer las cosas de otro modo, a partir de ahora?
No tener presente deja un vacío inquietante. Un vacío que trato de llenar hurgando en la memoria, reconstruyendo escenas, creando sensaciones silenciadas de vidas que —quizá— aún están por llegar.